
Carmen hoy ignora a todos. Se muestra irreverente ante sus “conocidos”. Viste de azul, que combina, perfectamente, con los aretes y el collar. Uñas de rojo, pelo negro y un alisado impecable. ¡Luce radiante!
Su amiga más cercana ha quedado admirada pues entró en la sala Silvia, – la más polémica de las vecinas por su debilidad ante los hombres casados- y esta vez no salió ningún sarcasmo al respecto, de la boca de Carmen.
La madre está a su lado. La mira una y otra vez, pero la hija es insensible a todo, incluso con ella que la ama tanto.
De repente, se escucha un murmullo que aumenta, mientas dos hombres caminan hacia la sala donde todos esperan.
La madre se abrazó a la amiga. Silvia bajó la cabeza con los ojos hundidos.
Los recién llegados han cargado el ataúd que guarda, eternamente, el cuerpo frígido de Carmen.